EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Parábola de los viñadores homicidas

29. “Había un padre de familia que plantó una viña, la rodeó con un cerco y cavó la tierra para construir una torre. La arrendó luego a unos viñadores y partió en dirección a un país lejano.


”Cuando se aproximó el tiempo de los frutos, envió sus servidores a los viñadores, para que recogieran los frutos de la viña. Pero los viñadores capturaron a los siervos, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. De nuevo les envió él otros servidores en mayor cantidad que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, diciéndose a sí mismo: ‘A mi hijo le tendrán algún respeto’. Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: ‘Aquí está el heredero; venid, matémoslo y seremos dueños de su herencia’. Y con ese propósito lo capturaron, lo expulsaron de la viña y lo mataron.


”Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿cómo tratará a esos viñadores? Le respondieron: ‘Hará que esos malvados perezcan miserablemente, y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos en la debida época.” (San Mateo, 21:33 a 41.)


30. El padre de familia es Dios; la viña que Él plantó es la ley que ha establecido; los viñadores a quienes arrendó la viña son los hombres que deben enseñar y practicar esa ley; los siervos que envió a los viñadores son los profetas que estos masacraron; su hijo enviado en último término es Jesús, a quien ellos también mataron. Así pues, ¿cómo tratará el Señor a sus mandatarios prevaricadores de la ley? Los tratará como ellos trataron a quienes Él envió, y llamará a otros viñadores que le rindan mejor las cuentas de su propiedad y del comportamiento de su rebaño.



Así ocurrió con los escribas, con los príncipes de los sacerdotes y con los fariseos; así será cuando Él venga para pedir cuentas a cada uno acerca de lo que ha hecho de su doctrina; y quitará autoridad a quien haya abusado de ella, pues Él desea que su campo sea administrado de acuerdo con su voluntad.


Transcurridos dieciocho siglos, llegada a la edad viril, la humanidad está madura para comprender lo que Cristo apenas esbozó, porque en esa época, como Él mismo lo dijo, no lo habrían comprendido. Ahora bien, ¿a qué resultado llegaron quienes, durante este prolongado período, estuvieron a cargo de la educación religiosa de la humanidad? A la constatación de que la indiferencia ha sucedido a la fe, y que la incredulidad se ha erigido en doctrina. En efecto, en ninguna otra época el escepticismo y el espíritu de negación estuvieron tan difundidos, en todas las clases de la sociedad.


No obstante, si bien algunas de las palabras de Cristo se presentan cubiertas por el velo de la alegoría, en lo que respecta a la regla de conducta, a las relaciones entre los individuos, a los principios morales que Él estableció como condición expresa para la salvación, sus enseñanzas son claras, explícitas y sin ambigüedad. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XV.)


¿Qué han hecho de sus máximas de caridad, de amor y de tolerancia, así como de las recomendaciones que hizo a sus apóstoles para que convirtiesen a los hombres mediante la persuasión y la mansedumbre? ¿Qué han hecho de la sencillez, de la humildad, del desinterés y de todas las virtudes que Él ejemplificó? En su nombre, los hombres se anatematizaron y se maldijeron recíprocamente; se estrangularon en nombre de Aquel que dijo: Todos los hombres son hermanos. Del Dios infinitamente justo, bueno y misericordioso al que Él reveló, hicieron un Dios celoso, cruel, vengativo y parcial; en nombre de aquel Dios de paz y verdad se realizaron sacrificios de miles de víctimas en las hogueras, con torturas y persecuciones en una cantidad mucho mayor a la que en todas las épocas sacrificaron los paganos a sus falsos dioses; se vendieron las oraciones y las gracias del Cielo en nombre de Aquel que expulsó a los mercaderes del Templo y dijo a sus discípulos: Dad de gracia lo que de gracia recibisteis.


¿Qué diría Cristo si viviese actualmente entre nosotros? ¿Si viese a sus representantes ambicionando honores, riquezas, poder, y el fausto de los príncipes del mundo, en tanto que Él, rey más legítimo que todos los reyes de la Tierra, hizo su entrada en Jerusalén montado en un asno? Sin duda tendría derecho a decirles: “¿Qué habéis hecho de mis enseñanzas, vosotros que incensáis al becerro de oro, que pronunciáis la mayor parte de vuestras plegarias a favor de los ricos, y reserváis una parte insignificante para los pobres, a pesar de que yo os he dicho: Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en el reino de los Cielos?” No obstante, si Él no se encuentra entre nosotros carnalmente, está en Espíritu y, como el señor de la parábola, vendrá a pedir cuentas a sus viñadores cuando llegue el momento de la cosecha.