EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
III. - Noticias históricas


Para comprender bien ciertos pasajes del Evangelio, es necesario conocer el valor de muchas palabras que se emplean en él con frecuencia, y que caracterizan el estado de las costumbres y de la sociedad judáica de aquella época. No teniendo ya estas palabras para nosotros el mismo sentido, han sido mal interpretadas a menudo, y por la misma razón, han dejado una especie de incertidumbre. La inteligencia de su significado explica además el sentido verdadero de ciertas máximas que parecen extrañas a primera vista.

Samaritanos. Después del cisma de las diez tribus, Samaria vino a ser la capital del reino disidente de Israel. Destruida y vuelta a edificar muchas veces, fué, bajo el dominio de los romanos, la capital de la Samaria, una de las cuatro divisiones de la Palestina; Herodes, llamado el Grande, la embelleció con suntuosos monumentos, y para lisonjear a Augusto, la dió el nombre de Augusta en griego Sebaste.


Los samaritanos casi siempre estuvieron en guerra con los reyes de Judá; una aversión profunda, que databa de la separación, se perpetuó constantemente entre los dos pueblos, que evitaban todas las relaciones recíprocas. Los samaritanos, para hacer la separación más profunda y no tener que ir a Jerusalén para la celebración de las fiestas religiosas, se construyeron un templo particular y adoptaron ciertas reformas: sólo admitían el Pentateuco, que contenía la ley de Moisés, y rechazaban todos los libros que se unieron después. Los libros sagrados estaban escritos en caracteres hebreos de la mayor antigüedad. Para los judíos ortodoxos, eran herejes y por lo mismo, anatematizados, despreciados y perseguidos. El antagonismo de las dos naciones tenía, pues, por único principio la divergencia de opiniones religiosas, aunque sus creencias tuviesen el mismo origen; eran los protestantes de aquel tiempo.


Aun se encuentran hoy samaritanos en algunas comarcas de Levante, particularmente en Naplousa y en Jaffa. Observan la ley de Moisés con más rigor que los otros judíos, y sólo entre si contraen alianza.

Nazarenos. Nombre dado en la antigua ley a los Judíos que hacían voto, ya temporal ya vitaliciamente, de conservar una pureza perfecta; se obligaban a la castidad, a la abstinencia de los licores y a conservar sus cabelleras. Samsón, Samuel y Juan Bautista, eran nazarenos.


Más tarde los judíos dieron este nombre a los primeros cristianos, por alusión a Jesús de Nazareth.


Este fué también el nombre de una secta herética de los primeros siglos de la era cristiana, que, lo mismo que los ebionistas, de los que adoptan ciertos principios, mezclaban las prácticas mosáicas con los dogmas cristianos. Esta secta desapareció en el siglo cuarto.

Publicanos. En la antigua Roma, se llamaban así los arrendadores de las contribuciones públicas, encargados del cobro de los impuestos y rentas de toda clase, ya en la misma Roma, o ya en las demás partes del imperio: eran análogas a los arrendadores generales y tratantes del antiguo régimen en Francia, y a los que aun existen en algunas comarcas. Los peligros que corrían hacía que pasasen desapercibidas las riquezas que adquirían muy a menudo y que para muchos eran producto de exacciones y beneficios escandalosos. El nombre de publicanos se extendió más tarde a todos aquellos que tenían el manejo del tesoro público, y también a los agentes subalternos. Hoy se toma esta palabra como epíteto para designar a los hacendistas y agentes de negocios poco escrupulosos; algunas veces se dice: "Avido como un publicano", "rico como un publicano", tratándose de una fortuna mal adquirida.


De la dominación romana, el impuesto fué lo que los judíos aceptaron más difícilmente y lo que les causó más irritación; de aquí se siguieron motines, y se hizo de esto una cuestión religiosa, porque se miraba contrario a la ley. Hasta se formó un partido poderoso, a cuyo frente estaba un tal Judá, llamado el Golanita, que tenía por principio no pagar el impuesto. Los judíos tenían, pues, horror a éste, y por consiguiente, a todos los que estaban encargados de cobrarlo; de aquí vino la aversión a los publicanos de todas clases, entre los cuales podía haber personas muy estimables, pero que en razón de su oficio, eran menospreciadas, lo mismo que los que se relacionaban con ellos, y que eran confundidos en igual reprobación. Los judíos de distinción hubieran creído comprometerse teniendo con ellos relaciones de intimidad.


Los Peageros. Eran los preceptores de baja esfera, encargados principalmente de cobrar los derechos de entrada en las ciudades. Sus funciones correspondían, poco más o menos, a las de los aduaneros y receptores de derechos de puertas, quienes merecían la misma reprobación que los publicanos en general. Por esta razón en el Evangelio se encuentra con frecuencia el nombre de Publicano unido al de gentes de mala vida; esta calificación no implicaba la de disolutos y vagos; era un término de desprecio, sinónimo de gentes de mala compañía, indignas de relaciones con las gentes de buena conducta.

Fariseos (del hebreo Pharasch, división, separación). La tradición formaba una parte importante de la Teología judáica; consistía en la colección de las interpretaciones sucesivas dadas sobre el sentido de las Escrituras y que habían venido a ser artículos de dogma. Entre los doctores, este asunto era objeto de interminables discusiones, y las más de las veces sobre simples cuestiones de palabras o de forma, por el estilo de las disputas teológicas y de las sutilezas escolásticas de la edad media; de ahí nacieron diferentes sectas que pretendían tener cada una el monopolio de la verdad, y como acontece casi siempre; se detestaban cordialmente las unas a las otras.


Entre estas sectas, la más influyente era la de los fariseos que tuvo jefe a Hillel, doctor judío que nació en Babilonia, fundador de una escuela célebre, en la que se enseñaba que la fe sólo se debía a las Escrituras. Su origen se remonta al año 180 ó 200 antes de J. C. Los fariseos fueron perseguidos en diversas épocas, notablemente bajo el mando de Hirtano, soberano pontífice y rey de los judíos, de Aristóbulo y de Alejandro, rey de Siria; sin embargo, este último habiéndoles vuelto sus honores y sus bienes, afianzaron su poder, ue conservaron hasta la ruina de Jerusalén; el año 70 de la era cristiana, época en que desapareció su nombre a consecuencia de la dispersión de los judíos.


Los fariseos tomaban una parte activa en las controversias religiosas; serviles observadores de las prácticas exteriores del culto y de las ceremonias, llenos de un celo ardiente de proselitismo, enemigos de los innovadores, afectaban una grande severidad de principios; pero bajo las apariencias de una devoción meticulosa, ocultaban costumbres disolutas, mucho orgullo, y sobre todo, un amor excesivo de mando. La religión era para ellos antes un medio de medrar, que objeto de fe sincera. Sólo tenían el exterior y la ostentación de la virtud; mas así ejercían una grande influencia sobre el pueblo, a cuyos ojos pasabán por unos santos, y por esto eran tan poderosos en Jerusalén.


Creían, o al menos hacían ver que creían, en la Providencia, en la inmortalidad del alma, en la eternidad de las penas y en la resurrección de los muertos. (Cap. IV, número 4). Jesús, que apreciaba ante todo la sencillez y las cualidades del corazón, que prefería en la ley el espíritu que vivifica a la letra que mata, se dedicó, durante su misión a desenmascarar la hipocresía de aquéllos y por consiguiente, tuvo en ellos enemigos encarnizados; por esto se unieron con los príncipes de los sacerdotes para amotinar al pueblo contra El y hacerle perecer.

Escribas. Nombre dado en un principio a los secretarios de los reyes de Judá, y a ciertos intendentes de los ejércitos judáicos; más tarde esta designación se aplicó especialmente a los doctores que enseñaban la ley de Moisés y la interpretaban al pueblo. Hacían causa común con los fariseos, de cuyos principios participaban, así como de su antipatía contra los innovadores, y por esto Jesús les confunde en la misma reprobación.

Sinagoga, (del griego Sunagogué, asamblea, congregación). En Judea sólo había un templo (que era el de Salomón), en Jerusalén, en donde se celebraban las grandes ceremonias del culto. Los judíos acudían allí todos los años en peregrinación por las principales fiestas, tales como la de Pascua, la Dedicación, y los Tabernáculos. Con motivo de estas fiestas hizo Jesús muchos viajes a Jerusalén. Las otras ciudades no tenían templos, sino sinagogas, edificios en donde se reunían los judíos el día de sábado para hacer las oraciones públicas bajo la dirección de los ancianos y de los escribas, o doctores de la ley; había también lectura de libros sagrados, que se explicaban y comentaban; todos podían tomar allí la palabra, y así es que Jesús sin ser sacerdote, enseñaba en las sinagogas los días de sábado.


Después de la ruina de Jerusalén y de la dispersión de los judíos, las sinagogas, en las ciudades que habitaban, les servían de templos para la celebración de culto.

Saduceos. Secta judáica que se formó hacia el año 248 antes de J. C.; llamada así de Sadock, su fundador. Los saduceos no creían ni en la inmortalidad del alma, ni en los buenos y malos ángeles; sin embargo, creían en Dios, pero no esperando nada después de la muerte, no le servían sino con la mira de recompensas temporales, a lo que, según ellos, se limitaba su providencia; la satisfacción de los sentidos era también a sus ojos el objeto esencial de la vida. En cuanto a las escrituras, se atenían al texto de la antigua ley, no admitiendo ni la tradición ni ninguna interpretación; colocaban las buenas obras y la ejecución pura y simple de la ley, sobre las prácticas exteriores del culto; como se ve, eran los materialistas, los deístas y los sensualistas de la época. Esta secta era poco numerosa, pero contaba con personajes importantes, y vino a ser un partido político constantemente opuesto a los fariseos.

Esenienses o Esseneenses, secta judáica fundada hacia el año 150 antes de J. C.; en tiempo de los Macabeos, y cuyos miembros, que habitaban en una especie de monasterio, formaban entre sí una clase de asociación moral y religiosa. Se distinguían per sus costumbres dulces y virtudes austeras, enseñaban el amor a Dios y al prójimo, la inmortalidad del alma y creían en la resurrección. Vivían en el celibato, condenaban la esclavitud y la guerra, sus bienes eran comunes y se entregaban a la agricultura. Opuestos a los saduceos sensuales que negaban la inmortalidad, y a los fariseos rígidos por sus prácticas exteriores entre los cuales la virtud era aparente, no tomaron parte en ninguna de las querellas que dividían a estas dos sectas. Su género de vida se aproximaba a la de los primitivos cristianos, y los principios de moral que profesaban han hecho pensar a algunas personas que Jesús formó parte de esta secta antes de que empezara su misión pública. Lo que es cierto es que debió conocerla; pero nada prueba que se hubiese afiliado a ella y todo lo que se ha escrito sobre este asunto es hipotético (1).

__________
(1) "La muerte de Jesus", que se dice escrita por un hernano Esseniense, es un libro completamente apócrifo escrito con la mira de servir a una opinión y que en sí mismo encierra la prueba de su origen moderno.


Terapeutas, (del griego therapeutai, derivado de therapeuein, servir, cuidar; es decir, servidores de Dios, o curanderos); sectarios judíos contemporáneos de Cristo, establecidos principalmente en Alejandría de Egipto; tenían mucha relación con los essenienses, cuyos principios profesaban, y se entregaban a la práctica de la virtud como ellos. Su alimento era en extremo frugal; entregados al celibato, a la contemplación y a la vida solitaria, formaban una verdadera orden religiosa. Philon, filósofo judío, platoniano de Alejandría, fué el primero que habló de los terapeutas, y los llama una secta de judaísmo. Eusebio, San Jerónimo y otros padres, creen que eran cristianos. Ya fuesen judíos, ya cristianos, es evidente que lo mismo que los essenienses, formaron el eslabón entre el judaísmo y el cristianismo.