¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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CAPÍTULO III
SOLUCIÓN A ALGUNOS PROBLEMAS POR MEDIO DE LA DOCTRINA ESPIRITISTA

Pluralidad de mundos.

105. “Los diferentes mundos que circulan en el espacio, ¿están poblados de habitantes como la Tierra?”

Todos los Espíritus lo afirman, y la razón dice que debe de ser así. No ocupando la Tierra en el universo ningún rango especial por su posición, ni por su volumen, nada podría justificar el privilegio exclusivo de estar habitada. Por otra parte, Dios no puede haber creado esos millares de globos para placer únicamente de nuestros ojos, tanto menos cuanto que su mayor número escapa a nuestra vista: (El Libro de los Espíritus, núm. 55. ─ Pluralidad de los mundos , por Flammarion).

106. “Si los mundos están poblados, ¿pueden estarlo por habitantes semejantes, en general, a los de la Tierra? En una palabra, ¿podrían esos habitantes vivir entre nosotros y nosotros entre ellos?”

La forma general podría ser poco más o menos la misma; pero el organismo ha de ser adaptado al medio en que deben vivir, como los peces son hechos para vivir en el agua y las aves en el aire. Si el medio es diferente, como todo induce a creerlo, y como parecen demostrarlo las observaciones astronómicas, la organización debe de ser diferente y no es, pues, probable que, en su estado normal, puedan vivir con el mismo cuerpo los unos en los mundos donde viven los otros. Esto lo confirman todos los Espíritus.

107. Admitiendo que esos mundos se encuentren habitados, ¿están, desde los puntos de vista intelectual y moral, en el mismo nivel que la Tierra?

Según la enseñanza de los Espíritus, los mundos se hallan en grados de evolución muy diferentes unos de otros. Algunos están en el mismo estado que la Tierra. Otros, estando más atrasados, sus habitantes están allí todavía más embrutecidos, más materializados y más proclives al mal. En cambio, hay también mundos más evolucionados moral, intelectual y físicamente, dónde el mal es desconocido y las artes y las ciencias han sido llevadas a un grado tal de perfeccionamiento que no podemos concebir, y dónde el organismo, menos material, no está sujeto ni a los padecimientos ni a las enfermedades y achaques que nosotros sufrimos. Sus moradores viven allí en paz, sin tratar de perjudicarse recíprocamente, exentos de los pesares y preocupaciones, de las aflicciones y necesidades que asedian a los habitantes de la Tierra. Por último, hay mundos aún más adelantados, dónde la envoltura corporal, casi fluídica, se acerca cada vez más a la naturaleza de los ángeles. En la serie progresiva de los mundos, la Tierra no está ni en el primero ni en el último puesto, sino que es uno de los más materializados y de los más atrasados. (Revue Spirite , marzo y agosto de 1858. ─ Ibídem, octubre de 1860. ─ El Evangelio según el Espiritismo, Capítulo III: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”

Del alma.

108. “¿Dónde reside el alma?”

El alma no está, como generalmente se cree, localizada en una parte del cuerpo; forma con el periespíritu un todo fluídico, penetrable, que se asimila a todo el cuerpo con el que constituye un ser complejo; del cual no es la muerte, hasta cierto punto, más que el desprendimiento. Figurémonos dos cuerpos semejantes, penetrando el uno en el otro, confundidos durante la vida, y separados después de la muerte. Muriendo, ni uno es destruido ni el otro persiste.

Durante la vida, el alma obra más especialmente sobre los órganos del pensamiento y del sentimiento. Es a la vez interna y externa; es decir, que irradia al exterior; puede hasta aislarse del cuerpo, transportarse lejos de él, y manifestar su presencia, como lo prueban la observación y los fenómenos sonambúlicos.

109. “¿El alma es creada al mismo tiempo que el cuerpo o es anterior?”

Después de la existencia del alma, esta cuestión es una de las más graves, porque de su solución se desprenden importantes consecuencias, es la única clave de una multitud de problemas irresolubles hasta el presente.

Una de dos, o el alma existía o no existía antes de la formación del cuerpo. No puede haber término medio. Admitida la preexistencia del alma, todo se explica lógica y naturalmente. No admitiéndola, nos vemos detenidos a cada paso. Sin la preexistencia, es hasta imposible justificar ciertos dogmas de la Iglesia, y la imposibilidad de la justificación es la que ha conducido a la incredulidad a muchas de las personas que raciocinan.

Los Espíritus han resuelto afirmativamente la cuestión, y los hechos, así como la lógica, no permiten dudar sobre este punto. Admítase no obstante la preexistencia del alma, aunque no sea más que a título de hipótesis, si se quiere, y se verá desaparecer la mayor parte de las dificultades.

110. Si el alma es anterior al cuerpo, antes de su unión con éste ¿poseía su individualidad y conciencia de sí?

Sin individualidad y sin conciencia de sí misma, los resultados serían los mismos que si no existiera.


111. “Antes de su unión con el cuerpo ¿ha realizado el alma algún progreso, o bien ha permanecido estacionaria?”

El progreso anterior del alma es a la vez consecuencia de la observación de los hechos y de la enseñanza de los Espíritus.

112. “¿Dios ha creado las almas iguales, moral e intelectualmente, o bien ha hecho unas más perfectas e inteligentes que otras ?”

Si Dios hubiese hecho unas almas más perfectas que otras, esta preferencia sería inconciliable con su justicia. Siendo todas criaturas suyas, ¿por qué habría de librar a las unas del trabajo que impondría a las otras para llegar a la dicha eterna? La desigualdad de las almas, en su origen, sería la negación de la justicia de Dios.

113. “Si las almas son creadas iguales, ¿cómo se explica la diversidad de aptitudes y disposiciones naturales que existen en la Tierra entre los hombres?”

Esta diversidad es consecuencia del progreso que el alma ha realizado antes de su unión con el cuerpo. Las almas más avanzadas en inteligencia y moralidad son las que más han vivido y progresado antes de su encarnación.

114. ¿Cuál es el estado del alma en su origen?

Las almas son creadas simples e ignorantes, es decir, sin ciencia y sin conocimiento del bien y del mal, pero con igual aptitud para todo. Al principio se hallan en una especie de infancia, carentes de voluntad propia y sin conciencia perfecta de su existir. Poco a poco se va desarrollando en ellas el libre albedrío, al mismo tiempo que las ideas. (Ver El Libro de los Espíritus , 114 y siguientes: “Progresión de los Espíritus”)

115. ¿El alma ha realizado su progreso en el estado de espíritu propiamente dicho, o en una existencia física anterior?

Además de la enseñanza de los Espíritus sobre este punto el estudio de los diversos grados de adelanto del hombre en la Tierra demuestra que el progreso previo del alma ha debido cumplirse en una serie de existencias corporales que varían en número, según sea el grado de adelante a que haya llegado. La prueba de ello surge de la observación de los hechos que tenemos a diario ante nuestra vista. ( El Libro de los Espíritus , 116 a 122, y Revue Spirite de abril de 1862)

El hombre durante la vida terrestre.

116. “¿Cómo y en qué momento se opera la unión del alma con el cuerpo?”

Desde la concepción, el Espíritu, aunque errante, se relaciona por un lazo fluídico con el cuerpo al que debe unirse. Este lazo se estrecha más y más a medida que el cuerpo B se desarrolla. Desde aquel momento, se apodera del Espíritu una turbación que va sin cesar en aumento; estando próximo el nacimiento, la turbación es completa; el Espíritu pierde la conciencia de sí mismo y sólo gradualmente recobra las ideas, a partir del momento que respira el niño; entonces la unión es completa y definitiva.

117. “¿Cuál es el estado intelectual del alma del niño en el momento del nacimiento?”

Su estado intelectual y moral es el mismo que antes de la unión con el cuerpo, es decir, que el alma posee todas las ideas adquiridas anteriormente; pero en razón a la turbación de que va acompañado el cambio, sus ideas están momentáneamente en estado latente. Se aclaran poco a poco, pero no pueden manifestarse más que proporcionalmente al desarrollo de los órganos.

118. “¿Cuál es el origen de las ideas innatas, de las disposiciones precoces, de las aptitudes instintivas para un arte o ciencia haciendo abstracción de toda instrucción?”

Las ideas innatas no pueden tener más que dos orígenes: la creación de unas almas más perfectas que las otras, en caso que fueran creadas al mismo tiempo que el cuerpo, o un progreso anterior alcanzado antes de la unión del alma con el cuerpo. Siendo incompatible con la justicia de Dios la primera hipótesis, sólo queda la segunda. Las ideas innatas son resultado de conocimientos adquiridos en las existencias anteriores y que han permanecido en estado de intuición, para servir de base a la adquisición de nuevas ideas.

119. “¿Por qué se revelan genios en las clases de la sociedad que están privadas de toda cultura intelectual?”

Este hecho prueba que las ideas innatas son independientes del medio en que el hombre es educado. El medio y la educación desarrollan las ideas innatas; pero no las dan. El hombre de genio es la encarnación de un Espíritu ya adelantado y que había progresado mucho; por eso la educación puede dar la instrucción que falta, pero no el genio cuando éste no existe.

120. “¿Por qué hay niños instintivamente buenos en un medio malo y a pesar de los malos ejemplos, al paso que hay otros instintivamente viciosos, en un medio bueno, y a pesar de los buenos consejos?”

Esto es resultado del progreso moral alcanzado, como las ideas innatas lo son del progreso intelectual.

121. “¿Por qué de dos hijos de un mismo padre, educados en las mismas condiciones, el uno es inteligente y el otro estúpido, bueno el uno y malo el otro? ¿Por qué el hijo de un hombre de genio es a veces tonto, y el de un tonto, hombre de genio?”

Este hecho viene confirmando el origen de las ideas innatas; prueba, además, que el alma del niño no procede, en manera alguna, de la de sus padres: porque en virtud del axioma que la parte es de igual naturaleza que el todo, los padres trasmitirían a sus hijos sus cualidades y sus defectos, así como les trasmiten el principio de las cualidades corporales. En la generación, el cuerpo únicamente procede del cuerpo, las almas son independientes las unas de las otras.

122. «Si las almas son independientes las unas de las otras, ¿de dónde procede el amor de los padres para con sus hijos y recíprocamente ?»

Los Espíritus se reúnen por simpatía, y el nacimiento en tal o cual familia no es un efecto de la casualidad, sino que depende la mayoría de las veces de la elección del Espíritu que se junta con aquellos a quienes amó en el mundo de los Espíritus o en las existencias anteriores. Por otra parte, los padres tienen la misión de ayudar al progreso de los Espíritus que se encarnan en sus hijos, y, para excitarles, Dios les inspira un afecto mutuo, aunque muchos faltan a su misión, pero sufrirán las consecuencias. ( El Libro de los Espíritus , no 379: De la infancia).

123. “¿Por qué hay padres malos e hijos malos?”

Son Espíritus que no se han unido a una familia por simpatía, sino para servirse mutuamente de prueba, y muchas veces para expiación de lo que han sido en una precedente existencia; al uno se le ha dado un mal hijo, porque él mismo fue quizá mal hijo: al otro un mal padre, porque él habrá sido un mal padre, a fin de que sufra la pena del talión.

124. “¿Por qué se encuentran, en ciertas personas nacidas en una condición humilde, instintos de dignidad y de grandeza, mientras que en otras, nacidas en clases elevadas, tienen instintos bajos?”

Es un recuerdo intuitivo de la posición social que habían ocupado, y del carácter que tenían en la existencia anterior.

125. ¿Cuál es la causa de las simpatías y antipatías nacidas entre personas que se ven por primera vez?

Casi siempre se trata de seres que se han conocido ─y a veces amado─ en una existencia precedente, y que al reencontrarse se sienten atraídos el uno hacia el otro.

También las antipatías instintivas suelen deberse a relaciones anteriores.

Estos dos sentimientos pueden incluso tener otra causa. El periespíritu irradia alrededor del cuerpo una especie de atmósfera impregnada de las buenas o malas cualidades del Espíritu encarnado. Dos personas que vuelven a encontrarse experimentan, por el contacto de sus fluidos, la misma impresión que la sensitiva. Tal impresión es grata o ingrata. Los fluidos de ambas tienden a confundirse o a rechazarse, según sean similares o desiguales sus respectivas naturalezas.

Así es posible explicar el fenómeno de la transmisión del pensamiento. Por el contacto de sus fluidos, dos almas leen en cierto modo la una en la otra. Se adivinan y se comprenden sin hablarse.

126. “¿Por qué no tiene el hombre recuerdo de sus existencias anteriores? ¿No es necesario este recuerdo para su futuro progreso?»

Véase la página 99: Olvido del pasado.

127. “¿Cuál es el origen del sentimiento llamado conciencia?”

Es un recuerdo intuitivo del progreso obtenido en anteriores existencias y de las resoluciones tomadas por el Espíritu antes de la encarnación, resoluciones que no siempre ha tenido la fuerza suficiente para llevarlas a cabo como hombre.

128. “¿Tiene el hombre su libre albedrío o está sometido a la fatalidad?”

Si la conducta del hombre dependiera de la fatalidad, no habría para él ni responsabilidad del mal, ni mérito por el bien; desde luego todo castigo sería injusto y toda recompensa un contrasentido. El libre albedrío del hombre es una consecuencia de la justicia de Dios, es el atributo que le confiere su dignidad y lo eleva por encima de todas las demás criaturas. Y tanto es así, que el aprecio que los hombres tienen los unos para los otros es una consecuencia del libre albedrío; al que lo pierde accidentalmente por enfermedad, locura, embriaguez o idiotismo, se le tiene lástima o se le desprecia.

El materialista que dice que todas las facultades morales e intelectuales dependen del organismo, reduce al hombre al estado de máquina, sin libre albedrío y, por consiguiente, sin responsabilidad del mal y sin mérito del bien que hace.

129. “¿Dios creó el mal?”

Dios no creó el mal; estableció leyes, y esas leyes son siempre buenas, porque Él es soberanamente bueno; el que las observase fielmente sería completamente feliz; pero teniendo los Espíritus su libre albedrío, no las han obedecido siempre, y la infracción de estas leyes ha causado el mal para ellos.

130. “¿Nació el hombre bueno o malo?”

Hay que distinguir el alma y el hombre. El alma fue creada sencilla e ignorante, es decir ni buena ni mala, pero susceptible, en virtud de su libre albedrío, de seguir el camino del bien o el del mal, o dicho de otro modo, obedecer o infringir las leyes de Dios. El hombre nace bueno o malo según que el Espíritu encarnado en él es adelantado o retrasado.

131. “¿Cuál es el origen del bien y del mal sobre la Tierra, y por qué hay más mal que bien?”

El origen del mal sobre la Tierra proviene de la imperfección de los Espíritus en ella encamados, y el predominio del mal tiene por origen el que, siendo la Tierra un mundo inferior la mayoría de los Espíritus que la habitan son inferiores o han progresado poco. En los mundos más avanzados, en los cuales sólo Espíritus depurados son admitidos a encarnarse, el mal es desconocido, o en minoría.

132. “¿Cuál es la causa de los males que afligen a la humanidad?”

La Tierra puede ser considerada a la vez como un mundo de educación para Espíritus poco adelantados, y de expiación para Espíritus culpables. Los males de la humanidad son la consecuencia de la inferioridad moral de la mayoría de los Espíritus encarnados en la Tierra. Con el contacto de sus vicios, se hacen recíprocamente desgraciados y se castigan unos a otros.

133. ¿Por qué el malvado suele prosperar mientras que el hombre de bien es presa de todsa las adversidades?

Para quien no ve más que la vida presente, y la cree única, esto debe parecerle una suprema injusticia. Deja de ser lo mismo cuando se tiene en mente la pluralidad de las existencias y la brevedad de cada una de ellas con relación a la eternidad. El estudio del Espiritismo demuestra que la prosperidad del perverso experimenta terribles contrastes en las vidas siguientes. Que las aflicciones del hombre de bien son, por el contrario, seguidas de una felicidad tanto más intensa y duradera cuanto mayor haya sido la resignación con que las soportó. Vienen a ser para él como un día aciago en toda una vida de prosperidad.

134. “¿Por qué nacen unos en la indigencia, y otros en la opulencia? ¿Por qué los hay que nacen ciegos, sordos, mudos, o sufriendo enfermedades incurables, mientras que otros disfrutan de todos los dones físicos? ¿Es esto efecto de la casualidad o de la Providencia?”

Si es efecto de la casualidad, no hay Providencia; si es efecto de la Providencia preguntaremos, ¿en dónde está su bondad y su justicia? Por no comprender la causa de esos males, muchísimas personas se inclinan a acusar a la Providencia. Se comprende que aquél que se ve atormentado por la miseria o por enfermedades, consecuencia de sus imprudencias o de sus excesos, sea castigado por donde pecó; pero si el alma fue creada al mismo tiempo que el cuerpo , ¿qué ha hecho para merecer tamañas aflicciones desde su nacimiento o bien para ser eximido de ellas? Si se admite la justicia de Dios hay que admitir que aquel efecto procede de una causa; si esta causa no existe durante la vida, debe existir antes de la vida porque en todas las cosas la causa debe preceder al efecto ; para esto es necesario, pues, que el alma haya vivido y que haya merecido una expiación. Los estudios espiritistas nos demuestran, efectivamente, que varios hombres, nacidos en la miseria, han sido ricos y muy apreciados en una existencia anterior, pero que hicieron un mal uso de la fortuna cuya gerencia les había encargado Dios: que varios nacidos en la ínfima clase social fueron orgullosos y poderosos, y que abusaron de su poder y oprimieron al débil; nos lo manifiestan a veces bajo las órdenes de aquel mismo a quien mandaron con dureza, sufriendo el mal trato y la humillación que hicieron sufrir a los demás.

135. “¿Por qué hay idiotas y cretinos?

La situación de los idiotas y cretinos sería la menos conciliable con la justicia de Dios si se aceptara la hipótesis de que tenemos una sola vida. Por muy miserable que sea la situación en que se haya nacido, podrá superarla mediante la inteligencia y el trabajo. Pero el idiota y el cretino se hallan destinados, desde el nacimiento hasta la muerte, al embrutecimiento y el menosprecio. No hay para ellos compensación posible. ¿Por qué, pues, su alma tendría que haber sido creada idiota?

Los estudios espiritistas, realizados en individuos cretinos e idiotas, prueban que su alma es tan inteligente como la de las demás personas. Que su tara constituye una expiación infligida a ciertos Espíritus por haber abusado de su inteligencia. Y que padecen cruelmente al sentirse aprisionados por lazos que no pueden romper, así como por el desprecio de que son objeto, cuando quizás hayan sido lisonjeados en su anterior existencia. (Ver la Revista Espírita de junio de 1869: “El Espíritu de un idiota”. —Ibídem de octubre de 1861: “Los cretinos”.)

136. “¿Cuál es el estado del alma durante el sueño?”

Durante el sueño, solamente el cuerpo descansa, el Espíritu no duerme. Las observaciones prácticas prueban que, en aquel instante, el Espíritu goza de toda su libertad y de la plenitud de sus facultades: aprovecha el descanso del cuerpo y los momentos en los que su presencia no es necesaria, para obrar separadamente e ir a donde quiere. Durante la vida, en cualquier distancia a que se transporte, el Espíritu está siempre unido al cuerpo por un lazo fluídico que sirve para que regrese cuando su presencia es necesaria: este lazo no lo rompe más que la muerte.

137. “¿Cuál es la causa de los sueños?”

Los sueños son el resultado de la libertad del Espíritu mientras duerme; algunas veces son el recuerdo de los sitios y de las personas que el Espíritu vio o visitó en aquel estado. ( El Libro de los Espíritus: Emancipación del alma, sueño, ensueño, sonambulismo, doble vista, letargo, etcétera , núm. 400 y siguientes: El Libro de los Médiums: Evocación de personas vivientes , núm. 284).

138. “¿De dónde proceden los presentimientos?”

Son recuerdos vagos e intuitivos de lo que el Espíritu aprendió en sus momentos de libertad, y, algunas veces, avisos ocultos dados por Espíritus benévolos.

139. “¿Por qué hay sobre la Tierra hombres salvajes y civilizados?”

Sin la preexistencia del alma, esta pregunta no puede resolverse, a no ser que admitamos que Dios creó almas salvajes y almas civilizadas, lo cual sería la negación de su justicia. Por otra parte, la razón no admite que, después de la muerte, el alma del salvaje se estacione perpetuamente en la inferioridad, ni que esté en un rango igual al del alma de un hombre instruido. Admitiendo para las almas un mismo punto de partida, única doctrina compatible con la justicia de Dios, la presencia simultánea del salvajismo y de la civilización sobre la Tierra es un hecho material que prueba el progreso que los unos han realizado y el que los otros pueden realizar. El alma del salvaje alcanzará, pues, con el tiempo, el grado del alma civilizada; sin embargo, como todos los días mueren salvajes, no puede alcanzar ese grado su alma sino en encarnaciones sucesivas, cada vez más perfeccionadas y apropiadas a su adelanto y pasando por todos los grados intermedios entre los dos puntos extremos.

140. “¿No se podría admitir, según opinión de algunas personas, que el alma sólo se encarna una vez y que realiza su progreso en estado de Espíritu desencarnado o en otras esferas?”

Esta proposición sería admisible si en la Tierra no hubiera más que hombres de igual grado moral e intelectual, en cuyo caso podría decirse que la Tierra está especialmente apropiada a un grado determinado; pero tenemos a la vista pruebas de lo contrario. No se comprendería, en efecto, que el salvaje no pudiese llegar a la civilización en la Tierra, puesto que hay almas más avanzadas, encarnadas a su alrededor; ni que éstas forzosamente hayan debido progresar en otra parte, puesto que hay almas inferiores encamadas en el mismo globo, de lo que es preciso deducir que la posibilidad de la pluralidad de existencias terrestres resulta de los mismos ejemplos que tenemos a la vista. Si otra cosa fuera, habría que explicar: ─Primero, ¿por qué sólo la Tierra tendría el monopolio de las encarnaciones? ─Segundo, ¿por qué teniendo este monopolio, se encuentran en ella almas encarnadas en todos los grados?

141. “¿Por qué se encuentran, en medio de las sociedades civilizadas, seres cuya ferocidad es igual a la de los salvajes más bárbaros?”

Son Espíritus muy inferiores, oriundos de las razas bárbaras, y que han ensayado su reencarnación en un medio que no es el suyo, en el cual se encuentran fuera de su centro, lo mismo que si un palurdo se encontrase de improviso en el gran mundo.

Observación. No se podrá admitir, sin negar a Dios todo justicia y todo bondad, que el alma de un criminal endurecido tuviera en la vida actual el mismo punto de partida que la de un hombre adornado con todas las virtudes. Si el alma no fuera anterior al cuerpo, la del criminal y la del hombre de bien serían tan inconscientes una como otra: ¿por qué la primera sería mala y la segunda buena?

142. “¿De dónde procede el carácter distintivo de los pueblos?”

Son Espíritus que, teniendo poco más o menos los mismos gustos y las mismas inclinaciones, se encarnan en un medio simpático, y a menudo en el mismo donde pueden satisfacer sus deseos.

143. “¿Cómo progresan y cómo degeneran los pueblos?”

Si el alma fuera creada al mismo tiempo que el cuerpo, las de los hombres de hoy serían tan primitivas como las de los hombres de la Edad Media, y en este caso, preguntaremos, ¿por qué tienen aquellas costumbres más sociales y una inteligencia más desarrollada? Si cuando el cuerpo muere, el alma abandona definitivamente la Tierra, volvemos a preguntar, ¿cuál sería el fruto del trabajo realizado para mejorar a un pueblo, si fuera necesario volver a empezar con todas las nuevas almas que llegan todos los días?

Los Espíritus se encarnan en un medio simpático y en proporción al grado de su adelantamiento. Un chino, por ejemplo, que ha progresado bastante, y no encuentra ya en su raza un medio correspondiente al grado que ha alcanzado, se encarnará en un pueblo más avanzado. A medida que una generación da un paso hacia adelante atrae por simpatía nuevos Espíritus más adelantados y que tal vez vivieron anteriormente en el mismo país, si han progresado; así es como poco a poco progresa una nación. Si la mayoría de los nuevos fuera de una naturaleza inferior, los antiguos marchándose diariamente y no volviendo a un centro tan malo, el pueblo degeneraría y acabaría desapareciendo.

Observación. Estas preguntas suscitan otras que se resuelven por el mismo principio, v. gr.: ¿De dónde procede la diversidad de razas en la Tierra? ─ ¿Hay razas rebeldes al progreso? ─ ¿La raza negra es susceptible de llegar al nivel de las razas europeas? ─ ¿Es útil la esclavitud para el progreso de las razas inferiores? ─ ¿Cómo puede verificarse la transformación de la humanidad? ─ El libro de los Espíritus: Ley del Progreso , núm. 776 y siguientes.

El hombre después de la muerte

144. “¿Cómo se separa el alma del cuerpo? ─¿Se verifica brusca o gradualmente?”

El desprendimiento se verifica gradualmente y con una lentitud variable, según los individuos y las circunstancias de la muerte. Las ligaduras que unen el alma al cuerpo sólo se rompen poco a poco, y tanto menos rápidamente cuanto más material y sensual fue la vida. (, número 155).

145. “¿Cuál es la situación del alma inmediatamente después de la muerte del cuerpo? ¿Tiene instantáneamente conciencia de sí misma? En una palabra, ¿qué ve, qué presiente?”

En el momento de la muerte al pronto todo está en confusión, necesita el alma algún tiempo para reconocerse; está como aturdida, y en el estado de un hombre que sale de un profundo sueño y que se esfuerza en darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y la memoria de lo pasado le vuelven a medida que se borra la influencia de la materia de que acaba de desprenderse y que se disipa la especie de niebla que obscurece sus pensamientos.

El tiempo de la turbación que sigue a la muerte es muy variable; puede ser de algunas horas solamente, así como de muchos años. Es menos largo en aquellos que se identificaron, cuando vivían, con un estado futuro, porque comprenden inmediatamente su situación; y por el contrario es más largo cuanto más materialmente vivieron.

La sensación que el alma experimenta en aquel momento es también muy variable; la turbación que sigue a la muerte nada tiene de penoso para el hombre de bien; está en calma y es semejante, en un todo, a la que acompaña a un despertar apacible. Para aquel cuya conciencia no es pura y que tuvo más afecto a la vida material que a la espiritual es desasosegada y llena de angustias que aumentan a medida que se va reconociendo; porque entonces se apodera de él el miedo, y una especie de terror en presencia de lo que ve y sobre todo de lo que presiente.

Se experimenta un gran alivio y un inmenso bienestar, cuya sensación podría llamársele física; se encuentra uno como aligerado de un peso, y feliz por no sentir ya los dolores corporales que pocos instantes antes de sentirse libre se sufrían, desembarazado y ligero como si a uno le quitaran pesadas cadenas.

En su nueva situación, el alma ve y oye lo que veía y oía antes de la muerte, pero ve y oye además cosas que se sustraían a la tosquedad de los órganos corporales; tiene sensaciones y percepciones que nos son desconocidas.

Observación. Estas contestaciones, y todas las relativas a la situación del alma después de la muerte o durante la vida, no resultan de una teoría o de un sistema, sino de estudios directos hechos sobre millares de seres observados en todas las fases y en todos los períodos de su existencia espiritual, desde el grado más ínfimo hasta el más elevado de la escala, según sus costumbres durante la vida terrestre, el género de muerte, etc. Se dice muchas veces, hablando de la vida futura, que no se sabe lo que en ella pasa, porque nadie ha vuelto; es un error, porque precisamente los que están allí son los que vienen a darnos sus instrucciones, y Dios lo permite hoy más que en otra época alguna, como última advertencia dada a la incredulidad y al materialismo.

146. “¿El alma desprendida del cuerpo ve a Dios?”

Las facultades perceptivas del alma son proporcionales a su depuración; sólo a las almas elevadas es dado gozar de la presencia de Dios.

147. “Si Dios está en todas partes, ¿por qué todos los Espíritus no le pueden ver?”

Dios está en todas partes, porque irradia en todas partes, y puede decirse que el universo está inmerso en la divinidad como nosotros lo estamos en la luz solar; sin embargo, los Espíritus rezagados están cercados de una especie de niebla que lo oculta a sus ojos y sólo se disipa a medida que se purifican y se desmaterializan. Los Espíritus inferiores son, en cuanto a la vista, respecto a Dios, lo que los encarnados respecto a los Espíritus: verdaderos ciegos.

148. “¿Después de la muerte, tiene el alma conciencia de su individualidad, cómo le consta y cómo podemos hacerla constar?”

Si no tuvieran las almas su individualidad después de la muerte, sería para ellas y para nosotros como si no existieran y las consecuencias morales serían exactamente las mismas; no tendrían carácter alguno distintivo, y la del criminal estaría en igual rango que la del hombre de bien, de donde resultaría que no habría interés alguno en practicar el bien.

Se pone en evidencia la individualidad del alma, de una manera casi material, en las manifestaciones espiritistas, por el lenguaje y las cualidades propias de cada una; puesto que piensan y obran de un modo diferente; que las unas son buenas y las otras malas, unas instruidas y otras ignorantes, unas quieren lo que otras no quieren; esto prueba, evidentemente, que no están confundidas en un todo homogéneo, sin mencionar las pruebas patentes que nos dan de haber animado a tal o cual individuo sobre la Tierra. Gracias al Espiritismo experimental, la individualidad del alma no es ya una cosa vaga, sino un resultado de la observación.

El alma prueba por sí misma su individualidad, porque tiene su pensamiento y su voluntad propias, distintas de las demás; la prueba también por su envoltura fluídica o periespíritu, especie de cuerpo limitado que lo constituye en un ser distinto.

Observación. Creen ciertas personas eludir el reproche del materialismo, admitiendo un principio inteligente universal, del cual absorbemos una parte al nacer, que constituye el alma, para devolverla después de la muerte a la masa común, donde se confunde como las gotas de agua del Océano. Este sistema, especie de transacción, ni aun merece el nombre de espiritualismo, porque es tan desgarrador como el materialismo; el receptáculo común del todo universal equivaldría a la nada, puesto que en él ya no habría individualidades.

149. “¿Influye el género de muerte en el estado del alma?”

El estado del alma varía considerablemente según el género de muerte, sobre todo según la naturaleza de las costumbres durante la vida.

En la muerte natural el desprendimiento se verifica gradualmente y sin sacudimiento, y aun a veces empieza antes de haber cesado la vida. En la muerte violenta por suplicio, suicidio o accidente los lazos se rompen bruscamente; el Espíritu, sorprendido de improviso, está como aturdido por el cambio que en él se ha verificado, sin poderse explicar su situación. Un fenómeno casi constante en este caso es la persuasión en que está de no haber muerto y esta ilusión puede durar muchos meses, y hasta muchos años.

En este estado va, viene y cree ocuparse de sus negocios como si aún perteneciera a la Tierra, muy admirado porque no se le contesta cuando habla. Esta ilusión no es exclusivamente peculiar de las muertes violentas, sino también en muchos individuos cuya idea ha sido absorbida por los goces y los intereses materiales. ( El Libro de los Espíritus, núm. 165).

150. “¿A dónde va el alma después de su separación del cuerpo?”

No se pierde en la inmensidad del infinito como se cree generalmente, sino que está errante en el espacio, y la mayoría de las veces junto a aquéllos a quienes conoció y sobre todo a aquéllos a quienes amó, sin que por esto deje de poderse transportar instantáneamente a distancias inmensas.

151. “¿Conserva el alma los afectos que tenía en la Tierra?”

Conserva todos los afectos morales; sólo olvida los afectos materiales que ya no pertenecen a su esencia; por esto vuelve con suma alegría a ver a sus parientes y amigos, y su recuerdo la hace feliz.

152. “¿ Conserva el alma el recuerdo de lo que hizo en la Tierra y se interesa por los trabajos que dejó sin concluir?”

Esto depende de su elevación y de la naturaleza de esos trabajos. Los Espíritus desmaterializados se preocupan poco por las cosas materiales, sino que se felicitan de verse libres de ellos. En cuanto a los trabajos que empezaron, según su importancia y utilidad, a veces inspiran a otros el pensamiento de terminarlos.

153. “¿Encuentra el alma en el mundo de los Espíritus a aquellos parientes y amigos que la precedieron?”

No solamente los vuelve a encontrar sino que también a otros muchos que en precedentes existencias había conocido. Generalmente aquéllos que más vivamente la aman vienen a recibirla cuando llega al mundo de los Espíritus, y la ayudan a desprenderse de los lazos terrenales. Sin embargo, la privación de la vista de las almas más queridas es, a veces, un castigo para las que son culpables.

154. “¿Cuál es, en la otra vida, el estado intelectual y moral del alma de un niño muerto en tierna edad? ¿Están en la niñez sus facultades como durante la vida?”

El desarrollo incompleto de los órganos del niño no permitía al Espíritu manifestarse completamente; desembarazado de esa envoltura, sus facultades son lo que fueron antes de su encarnación. No habiendo pasado el Espíritu más que algunos instantes en la vida, sus facultades no han podido modificarse.

Observación. En las comunicaciones espiritistas, el Espíritu de un niño puede hablar, pues, como el de un adulto, porque puede ser un Espíritu muy avanzado. Si usa algunas veces el lenguaje infantil es para no privar a la madre del encanto unido al afecto de un ser débil y delicado, y adornado con las gracias de la inocencia. La misma pregunta pudiera ser hecha sobre el estado de los cretinos, idiotas y locos después de su muerte, pero su solución está en lo que precede.

155. “¿Qué diferencia existe después de la muerte entre el alma del sabio y la del ignorante, del salvaje y del hombre civilizado?”

La misma, poco más o menos, que entre ellas existía durante la vida, porque la entrada en el mundo de los Espíritus no da al alma todos los conocimientos que le faltaban en la Tierra.

156. “¿Progresan las almas, intelectual y moralmente, después de la muerte?”

Progresan más o menos según su voluntad, y algunas progresan mucho; pero necesitan poner en práctica, durante la vida corporal, lo que adquirieron en ciencia y en moralidad. Las que se quedaron estacionadas vuelven a emprender una existencia análoga a la que dejaron; las que han progresado merecen una encarnación de un orden más elevado.

Dependiendo el progreso de la voluntad del Espíritu, algunos conservan durante mucho tiempo los gustos y las inclinaciones que tenían durante la vida, y persisten en las mismas ideas.

157. “¿Queda irrevocablemente fijada después de la muerte la suerte del hombre en la vida futura?”

No, porque esto sería la negación absoluta de la justicia y bondad de Dios, pues hay muchos que no han podido instruirse suficientemente, además de los idiotas, cretinos y salvajes, y de los innumerables niños que mueren antes de haber vislumbrado la vida. Hasta entre las personas ilustradas, ¿hay acaso muchas que puedan creerse bastante perfectas para ser dispensadas de mayor adelanto? ¿Y acaso no es una prueba manifiesta que Dios, infinitamente bondadoso, permite al hombre hacer al día siguiente lo que no pudo hacer la víspera? Si la suerte está irrevocablemente fijada, ¿por qué mueren los hombres en tan diferentes edades, y por qué Dios, tan sumamente justo, no concede a todos el tiempo para poder hacer el mayor bien posible o reparar el mal que hicieron? ¿Quién sabe si el culpable que muere a los 30 años no se habría arrepentido y vuelto un hombre de bien si hubiese vivido hasta los 60? ¿Por qué le quita Dios el medio de lograrlo, siendo así que lo concede a otros? El solo hecho de la diferencia en la duración de la vida y del estado moral de la mayoría de los hombres prueba la imposibilidad, si se admite la justicia de Dios, de que la suerte de las almas esté irrevocablemente fijada después de la muerte.

158. “¿Cuál es, en la vida futura, la suerte de los niños que mueren en tierna edad?”

Esta cuestión es una de las que mejor prueban la justicia y necesidad de la pluralidad de existencias. Un alma que no haya vivido más que algunos instantes, no habiendo hecho ni bien ni mal, no merece ni premio ni castigo; porque según la máxima de Cristo de que cada uno será castigado o recompensado según sus obras , sería tan ilógico como contrario a la justicia de Dios admitiendo que, sin trabajo alguno, fuese llamada a gozar de la perfecta dicha de los ángeles o que pudiese ser privada de ella. Y, sin embargo, alguna suerte le cabrá, puesto que un estado mixto eterno sería también absolutamente injusto. No pudiendo tener consecuencia alguna para el alma una existencia interrumpida desde su principio, su actual suerte es la que mereció en su precedente existencia, así como la futura será la que merecerá por sus ulteriores existencias.

159. “¿Tienen ocupaciones las almas en la otra vida? ¿Se ocupan de otra cosa que de sus goces o de sus sufrimientos?”

Si las almas no se ocuparan más que de sí mismas por toda la eternidad serían egoístas y Dios, que condena el egoísmo, no puede consentir en la vida espiritual lo que castiga en la vida corporal. Las almas o Espíritus tienen ocupaciones proporcionales con su grado de adelanto, al mismo tiempo que también procuran instruirse y mejorarse. (El Libro de los Espíritus , núm. 558: Ocupaciones y misiones de los Espíritus ).

160. “¿En qué consisten los sufrimientos del alma después de la muerte? ¿Son torturadas, las culpables, en las llamas materiales?”

La Iglesia reconoce perfectamente, hoy, que el fuego del Infierno es un fuego moral y no material, pero no define la naturaleza de los sufrimientos. Las comunicaciones espiritistas nos lo manifiestan claramente; por su medio podemos apreciarlo y convencernos de que, si bien no son resultado de un fuego material ─que en efecto no podría quemar a las almas, que son inmateriales─, no por esto dejan de ser menos terribles en ciertos casos. Estas penas no son uniformes sino que varían al infinito, según la naturaleza y grado de las faltas cometidas; y a menudo estas mismas faltas son las que les sirven de castigo; así es que ciertos asesinos son atraídos a permanecer en el lugar del crimen y sin cesar tener a la vista sus víctimas; que el hombre sensual y material conserva los mismos gustos, pero la imposibilidad de satisfacerlos, materialmente, le sirve de tormento; que ciertos avaros creen sufrir el frío y las privaciones que durante la vida se impusieron por avaricia; otros ven el oro y sufren por no poderlo tocar, otros permanecen cerca de los tesoros que escondieron, siendo presa de perpetuas angustias por temor de que se los roben; en una palabra, no hay una falta, ni una imperfección moral, ni una mala acción que no tenga, en el mundo de los Espíritus, su contrapartida y sus naturales consecuencias, por lo cual no es preciso un lugar determinado y circunscrito, sino que, por doquiera que se encuentre, lleva consigo su infierno el Espíritu perverso.

Además de las penas espirituales existen penas y pruebas materiales que el Espíritu aún no purificado sufre en una nueva encarnación, cuya posición le facilita el medio de aguantar lo que ha hecho pasar a los otros: y ser humillado si fue orgulloso, miserable si fue mal rico, desgraciado por sus hijos si fue mal padre, infeliz por sus padres si fue mal hijo, etcétera. La Tierra, como hemos dicho, es para los Espíritus de esta naturaleza uno de los lugares de destierro y de expiación, un purgatorio del que pueden librarse, pues de ellos depende no volver, procurando mejorarse lo bastante para que merezcan ir a otro mundo mejor. ( El Libro de los Espíritus , número 237: Percepciones, sensaciones y sufrimientos de los Espíritus . ─ Id. Libro 4o Esperanzas y consuelos; penas y goces terrestres; penas y goces futuros).

161. “¿Es útil la oración para las almas que sufren?”

La oración está recomendada por los buenos Espíritus y además es solicitada por los que sufren, como un medio de aligerar sus sufrimientos. El alma por la cual se ora experimenta alivio porque es un testimonio del interés que por ella se toma y porque el desgraciado siempre se alegra cuando encuentra corazones caritativos que comparten sus dolores. Además, por la oración se le lleva al arrepentimiento y al deseo de hacer lo que le es necesario para ser feliz, y en este sentido es como pueden abreviarse sus penas si él lo secunda con su buena voluntad. ( El Libro de los Espíritus , núm. 664).

162. “¿En qué consisten los goces de las almas felices? ¿Pasan la eternidad en contemplación?”

La justicia requiere que la recompensa sea proporcional al mérito, así como el castigo a la gravedad de la falta; existen, pues, infinidad de grados en los goces del alma, desde el instante en que entra en el camino del bien hasta que haya alcanzado la perfección.

La dicha de los buenos Espíritus consiste en conocer todas las cosas, en no tener ira, ni celos, ni envidia, ni ambición, ni ninguna de las pasiones que constituyen la infelicidad de los hombres. Para ellos, el amor que los une es fuente de suprema felicidad; no experimentan necesidades, ni sufrimientos, ni las angustias de la vida material. Un estado de perpetua contemplación sería una dicha estúpida y monótona, como la del egoísta, puesto que su existencia sería una inutilidad sin término. La vida espiritual, por el contrario, es una incesante actividad para los Espíritus, por las misiones que del Ser supremo reciben como agentes en el gobierno del universo; misiones que son proporcionadas a su adelanto y por las cuales se consideran felices, porque les suministran ocasiones de hacerse útiles y realizar el bien. ( El Libro de los Espíritus , núm. 558: Ocupaciones y misiones de los Espíritus .

Observación. Invitamos a los adversarios del Espiritismo y a los que no admiten la reencarnación, a que respecto a los problemas anteriores den una solución más lógica por otro principio que el de la pluralidad de existencias.