El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Volver al menú
HASTÍO DE LA VIDA. SUICIDIO

943. ¿De dónde procede el hastio de la vida que se apodera de ciértos individuos, sin motivos plausibles?

«Efecto de la ociosidad, de la falta de fe, y a menudo de la saciedad. Para el que ejercita sus facultades con un objeto útil y según sus aptitudes naturales, el trabajo no tiene nada de árido, y la vida corre más rápidamente. Soporta las vicisitudes de su existencia con tanta más paciencia y resignación, en cuanto obra con la mira de la felicidad más sólida y duradera que le espera».

944. ¿Tiene el hombre derecho a disponer de su propia vida?

«No; sólo Dios tiene ese derecho. El suicidio voluntario es una transgresión de la ley».
-¿No es siempre voluntario el suicidio?

«El loco que se mata no sabe lo que hace».

945. ¿Qué debe pensarse del suicidio que tiene por causa el hastío de la vida?
«¡Insensatos! ¿Por qué no trabajan? Así no les hubiera sido un peso la existencia».

946. ¿Qué debe pensarse del suicidio que tiene por objeto librarse de las miserias y desengaños de este mundo?

«¡Pobres espíritus que no tienen valor para soportar las miserias de la existencia! Dios ayuda a los que sufren, y no a los que no tienen fuerza ni valor. Las tribulaciones de la vida son pruebas o expiaciones; ¡dichosos los que la soportan sin murmurar, porque serán recompensados! ¡Desgraciados, por el contrario los que esperan su salvación de lo que, en su impiedad, llaman la casualidad o la fortuna! La casualidad o la fortuna, valiéndome de su lenguaje pueden. en efecto, favorecerles un instante; pero para hacerles sentir más tarde y más cruelmente la vaciedad de esas palabras».

-Los que han inducido al infeliz a ese acto de desesperación, ¿sufrirán las consecuencias?
«¡Oh, desgraciados de ellos!, porque responderán de él como de un asesinato».

947. El hombre que lucha con la necesidad y que se deja morir de desesperación, ¿puede considerarse como suicida?

«Es suicida, pero los que causan su necesidad, o que podrían remediarra, son más culpables que él, y éste encontrará indulgencia. No creáis, sin embargo, que sea completamente absuelto, si ha carecido de firmeza y perseverancia, si no ha hecho uso de toda su inteligencia para salir del atolladero. ¡Desgraciado de él sobre todo, si su desesperación nace del orgullo, quiero decir, si es uno de esos hombres en quienes el orgullo paraliza los recursos de la inteligencia, que se avergonzarían de deber la existencia al trabajo de sus manos, y que prefieren morirse de hambre antes de descender de lo que llaman su posición social! ¿No es cien veces más grande y más digno luchar con la adversidad, desafiar la crítica de un mundo fútil y egoísta que sólo tiene buena voluntad a aquellos a quienes nada falta, y que os vuelve la espalda apenas lo necesitáis? Sacrificar su vida por consideración a ese mundo es estúpido, porque ningún caso hace de ello».

948. El suicidio que tiene por objeto evitar la vergüenza de una mala acción, ¿es tan reprensible conio el causado por la desesperación?

«El suicidio no borra la culpa y antes, al contrario, hay dos a falta de una. Cuando se ha tenido valor para hacer mal, es preciso tenerlo para sufrir las consecuencias. Dios juzga, y según la causa puede a veces disminuir sus rigores».

949. ¿Es excusable el suicidio, cuando tiene por objeto impedir que la vergÚ.enza recaiga en los hijos o en la familia?

«El que así obra no procede bien, pero lo cree, y Dios se lo toma en cuenta, porque es una expiación que él mismo se impone. Atenúa con la intención su falta, pero no deja de cometerla. Por lo demás, abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestras preocupaciones y no tendréis más suicidios de esta clase».

El que se quita la vida para evitarse la vergüenza de una mala acción, prueba que atiende más a la estimación de los hombres que a la de Dios, porque va a entrar en la vida espiritual cargado de sus iniquidades, y se ha privado de los medios de repararlas durante su vida. Dios es a menudo menos inexorable que los hombres; perdona al que sinceramente se arrepiente, y nos toma en cuenta la reparación; el suicidio no repara nada.

950. ¿Qué debemos pensar del que se quita la vida con la esperanza de llegar más pronto a otra mejor?

«¡Otra locura! Que haga bien y tendrá más seguridad de llegar; porque retarda su entrada en un mundo mejor, y él mismo pedirá volver a concluir esa vida que ha interrumpido en virtud de una idea falsa. Una falta, cualquiera que ella sea, no abre nunca el santuario de los elegidos».

951. ¿No es meritorio a veces el sacnficio de la vida, cuando tiene por objeto salvar la de otro, o el de ser útil a sus semejantes?

«Eso es sublime según la intención, y el sacrificio de la vida no es un suicidio; pero Dios se opone a un sacrificio inútil y no puede verlo con placer, si lo mancha el orgullo. El sacrificio sólo es meritorio por su desinterés, y el que lo hace tiene a veces una segunda intención que lo desprecia a los ojos de Dios».

Todo sacrificio hecho a expensas de la dicha propia, es un acto soberanamente meritorio a los ojos de Dios, porque es la práctica de la ley de caridad. Siendo, pues, la vida el bien terrestre que más aprecia el hombre, el que a él renuncia en bien de sus semejantes no comete un atentado, sino que hace un sacrificio. Pero antes de llevarlo a cabo, debe reflexionar si no será más útil su vida que su muerte.

952. El hombre que muere víctima de las pasiones que sabe que han de apresurar su término, pero a las cuales no le es posible resistir, porque el hábito las ha convertido en verdaderas necesidades físicas, ¿comete un suicidio?

«Es un suicidio moral. ¿No comprendéis que, en semejante caso, el hombre es doblemente culpable? Existe entonces falta de valor y bestialidad, y además olvido de Dios».

-¿Es más o menos culpable, que el que se quita la vida, por desesperación?

«Es más cu¡pable, porque tiene tiempo para razonar su suicidio. En el que lo hace instantáneamente hay a veces una especie de extravío que se relaciona con la locura; el otro será mucho más castigado; porque las penas son siempre proporcionadas a la conciencia que se tiene de las faltas cometidas».

953. Cuando una persona tiene ante sí una muerte inevitable y terrible, ¿es culpable porque abrevia de algunos instantes sus sufrimientos con la muerte voluntaria?

«Siempre hay culpabilidad en no esperar el término fijado por Dios. Por otra parte. ¿hay seguridad de que ese término haya llegado a pesar de las apariencias, y no puede recibirse a última hora un socorro inesperado?»

-¿Se concibe que en circunstancias ordinarias sea reprensible el suicidio, pero suponemos el caso en que es inevitable la muerte, y en que sólo de agunos instantes se abrevia la vida?

«Siempre es falta de resignación y sumisión a la voluntad del Creador».


-¿Cuáles son, en semejante caso, las consecuencias de esa acción?
«Como siempre, una expiación proporcionada a la gravedad de la falta, según las circunstancias».

954. Una imprudencia que compromete la vida sin necesidad, ¿es reprensible?


«No existe culpabilidad cuando no existe intención o conciencia positiva de hacer mal».

955. Las mujeres que, en ciertos países, se queman voluntariamente con el cuerpo de sus maridos, ¿pueden consíderarse como suicidas, y sufren las consecuencias del suicidio?

«Obedecen a una preocupación, y a menudo más a la fuerza que a su propia voluntad. Creen cumplir un deber, y no es este el carácter del suicidio. Su excusa es la nulidad moral de la mayor parte de ellas y su ignorancia. Esos usos bárbaros y estúpidos desaparecen con la civilización».

956. Los que, no pudiendo sobrellevar la pérdida de las personas que les son queridas, se matan con la esperanza de reunirse con ellas, ¿logran su objeto?

«El resultado es muy diferente del que esperan, y en vez de reunirse con el objeto de su afecto, se alejan de él por más tiempo, porque Dios no puede recompensar un acto de cobardía, y el insulto que se le hace dudando de su providencia. Pagarán ese instante de locura con pesares mayores que los que creen abreviar, y no tendrán para compensarlos la satisfacción que esperaban». (934 y siguiente)

957. ¿Cuáles son, en general, las consecuencias del suicidio en el estado del espíritu?
«Las consecuencias del suicidio son muy diversas; no hay penas fijas, y en todos los casos son siempre relativas a las causas que lo han producido; pero una de las consecuencias inevitables al suicida es la contrariedad. Por lo demás, no es una misma la suerte de todos ellos, depende de las circunstancias. Algunos expían su falta inmediatamente, y otros en una nueva existencia que será peor que aquella cuyo curso ha interrumpido».

La observación demuestra, en efecto, que las consecuencias del suicidio no son siempre las mismas; pero las bay que son comunes a todos los casos de muerte violenta y resultado de la interrupción brusca de la vida. Ante todo lo es la persistencia más prolongada y más tenaz del lazo que une el espíritu al cuerpo, pues tiene casi siempre toda su fuerza en el momento en que se ha cortado, al paso que en la muerte natural se afloja gradualmente, y a menudo se suelta antes de que esté completamente extinguida la vida. Las consecuencias de este estado de cosas son la prolongación de la turbación espiritista, y luego la de la ilusión que, durante un tiempo más o menos largo, hace creer al espíritu qae es aún del número de los vivos. (155 y 165)

La afinidad que persiste entre el espíritu y el cuerpo produce en algunos suicidas, una especie de repercusión del estado del cuerpo en el espíritu, quien, a pesar suyo, siente los efectos de la descomposición, y experimenta una sensación llena de angustias y de horror, y este estado puede persistir tanto tiempo como hubiera debido durar la vida que han interrumpido. Este efecto no es general; pero en ningún caso se ve el suicída libre de las consecuencias de su falta de valor, y tarde o temprano expía su culpa de uno u otro modo. De aquí que ciertos espíritus, que habrían sido muy desgraciados en la tierra, han dicho que se habían suicidado en la existencia anterior, y que voluntariamente sc habían sometido a nuevas pruebas para intentar soportarlas con más resigna ción. En algunos el castigo consiste en una especie de apego a la materia de la cual procura deshacerse en vano, para volar a mejores mundos, cuyo acceso les está prohibido; en la mayor parte en el pesar de haber hecho una cosa inútil, puesto que sólo desenganos tienen.

La religión, la moral, todas las filosofías condenan el suicidio como contrarío a la ley natural; todos nos dicen en principio que no tenemos derecho a abreviar voluntariamente nuestra vida; pero ¿por qué no lo tenemos? ¿Por qué no es libre el hombre de poner término a sus sufrimientos? Estaba reservado al espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que han muerto, que no sólo el suicidio es una falta como infracción de una ley moral, consideración de poco peso para ciertos individuos, sino que es un acto estúpido, puesto que nada se gana y antes se pierde. No nos ensena la teoría, sino que presenta ante nosotros los hechos.