El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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1001. ¿No tiene ningún mérito asegurar, para después de la muerte, un empleo útil a los bienes que se poseen?

«Ningún mérito no es la palabra, pues siempre vale más algo que nada; pero está el mal en que el que da para después de su muerte, es a menudo más egoísta que generoso; quiere disfrutar del honor del bien, sin haberse tomado ningún trabajo. El que se priva, viviendo aún, tiene doble provecho: el mérito del sacrificio, y el placer de ver aquellos a quienes hace felices. Pero el egoismo dice: Lo que das te lo quitas a tus goces, y como aquél grita más que el desinterés y la caridad, el hombre conserva sus bienes, con el pretexto de sus necesidades y de las exigencias de su posición. ¡Ah, compadeced al que no conoce el placer de dar, pues está desheredado de uno de los más puros y suaves goces! Dios, sometiéndole a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido darle como compensación la dicha de la generosidad de la cual puede disfrutar desde la tierra». (814)