El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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896. Hay gentes desinteresadas sin discernimiento, que prodigan su hacienda sin provecho real y sin emplearla racionalmente; ¿tienen algún mérito?

«Tienen el del desinterés, pero no el del bien que podrían hacer. Si el desinterés es una virtud, la prodigalidad irreflexiva es siempre una falta de juicio por lo menos. No se da a los unos la fortuna para que la despilfarren, como no se da a los otros para que la encierren en sus arcas. Es un depósito del que habrán de dar cuenta; porque habrán de responder de todo el bien que estaba en sus manos hacer, y que no hicieron; de todas las lágrimas que hubieran podido enjugar con el dinero que han dado a los que no lo necesitaban».