EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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66. A los hechos materiales vienen a agregarse poderosas consideraciones morales.


Si las condiciones de Jesús durante su vida hubieran sido las de los seres fluídicos, Él no habría experimentado ni el dolor ni ninguna de las necesidades del cuerpo. Suponer que haya sido así sería quitarle el mérito de la vida de privaciones y padecimientos que había elegido como ejemplo de resignación. Si todo en Él no hubiera sido más que aparente, todos los actos de su vida, la reiterada predicción de su muerte, la escena dolorosa en el Jardín de los Olivos, su plegaria a Dios para que le apartara el cáliz de los labios, su pasión, su agonía, todo, hasta su último clamor en el momento de entregar el Espíritu, no habría sido más que un vano simulacro para engañar a los hombres acerca de su naturaleza y hacerles creer en el sacrificio ilusorio de su vida, en una farsa indigna de un hombre simple y honesto, y aún más indigna de un ser de esa superioridad. En una palabra, Jesús habría abusado de la buena fe de sus contemporáneos y de la posteridad. Esas son las consecuencias lógicas de ese sistema, consecuencias inadmisibles, porque lo rebajarían moralmente en vez de elevarlo.


Por consiguiente, como todo hombre, Jesús tuvo un cuerpo carnal y un cuerpo fluídico, lo cual es demostrado por los fenómenos materiales y los fenómenos psíquicos que jalonaron su vida.